Apocrifario Epistolar

voyeurismo inocuo, se podría decir.

16.8.06

epístolas rococó (2)

Amado Corazón de Alcachofa:

No haga caso a mi aflicción por no recibir frecuentemente sus palabras, aprecio muchísimo más su presencia corpórea y espiritual. Mantengamos, eso sí, este perfumado protocolo, que permanecerá incólumne por los tiempos de los tiempos, o hasta que colapse el universo. En caso de colapsar el universo, quedarán nuestrás almas como ánforas llenas del amor que hemos sabido propiciarnos durante estas dulces, dulcísimas semanas.
Y al decir dulces, dulcísimas, dulzor, dulzón (y sus derivados) viene a mi paladar una sensación nítida de sus besos como hormigas escalando una montaña de merengue.
Lo amo (o debiera decir LE amo?) como ama la luciérnaga a la noche, y cultivo a la distancia mi amor por usted como cultivan los grillos el silencio, para después alborotarlo con su cantito.

Suya, por siempre y aunque colapse el universo
S.

PS: el ardor de sus palabras me ha puesto los cachetes como piñatas, y sin querer se me pasó el agua para el mate.

8.8.06

(epístolas rococó)

Estimado Amado Juan Manuel:

Triste es, por cierto, abrir mi pequeño buzón camuflado en un arbusto y no encontrar respuesta alguna de su parte.
Bien sé que estará muy ocupado atendiendo sus asuntos cotidianos, y por eso no me inquieto, pero sepa que será muy gratísimo recibir unas líneas de su puño algún día de estos.
Mientras tanto le cuento que esta tarde estupenda que hemos compartido estará por siempre guardada en mi cajón de los recuerdos más felices, que es un cajón color verde musgo con unos firuletes violetas y amarillos. Muy vistoso, como se podrá figurar.
Ahora debo partir porque mis obligaciones me llaman, unas obligaciones exigentísimas, amigas de mi madre, que insisten en que colabore con los menesteres domésticos y con que saque de una buena vez los pinceles que he dejado abandonados y en remojo en el lavabo del lavadero.
Lo beso, Señor Juan Manuel, beso sus ojos y su cogote.
S.